SOLEMNIDAD DEL “CUERPO Y SANGRE DE CRISTO”

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La comunidad de Catedral el día 15 de junio celebró el Corpus Christi, dando gracias al Señor por ese precioso don que es la Eucaristía, que con amor eterno nos dejó y se hace presente cada vez que comemos de ese Pan y bebemos de ese Cáliz que es su cuerpo y su Sangre.

Durante el día se expuso el Santísimo Sacramento en la nave central del templo de la Asunción, con la participación de los grupos de la Parroquia, esto también con motivo del octavo aniversario de la Capilla de la Adoración Perpetua en esta Parroquia.

Después de la misa de seis de la tarde, recorrimos las calles del Centro Histórico con el Santísimo en compañía hasta llegar a las orillas de mar, en el Malecón del puerto de Veracruz a la altura del “Cajón” (artesanías). Ahí celebramos la acción de gracias (Eucaristía) junto con nuestros hermanos que trabajan en ese lugar y más personas que se congregaron para dar gracias al Señor.

Texto completo de la Homilía.

En esta belleza natural, como es el mar, don esplendoroso  para quienes tenemos la dicha de haber nacido y habitado estas tierras marcadas por la verdadera cruz.

 Nos sirve de marco circunstancial dentro de este don, que el papa Francisco dice en una de sus encíclicas de nuestra casa común, esa naturaleza que todos tenemos como obligación moral, de cuidar y de admirar para alabar a nuestro creador y de esa naturaleza tener la providencia de la subsistencia.

Aquí agradecemos a Dios el don de la Eucaristía, eso es la celebración del Cuerpo y la Sangre de Cristo, agradecer a Dios ese arrebato de amor a Jesús, que como dice también el evangelista san Juan, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo; es un arrebato de amor de Jesús porque él mismo ha expresado <<nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos>> y por eso celebrando la Pascua de su pueblo Judío, ese día instituye el sacramento de la nueva alianza, lo que él después debía de hacer en el Calvario, lo celebró con los discípulos entregándoles su cuerpo, entregándole su sangre, que era para la salvación, para el perdón de los pecados, y se convierte para la iglesia entonces reunida en un memorial <<hagan esto cada vez que se reúnen>>  actualicen este misterio, esta acción de amor que es de salvación, que es de misericordia, que es de amor y que es de bondad.

Eso es el Cuerpo y la Sangre de Cristo que nosotros celebramos de manera especial cada ocho días, y que en nuestra iglesia Catedral tenemos desde hace ocho años la Adoración Perpetua., esa capilla que a todos nos converge, nos convoca para que tomemos la actitud del Apóstol San Juan en la última cena, ese discípulo amado que se recuesta en el pecho de Jesús y que va a escuchar los latidos de un corazón que ama, de un corazón que se entrega por la salvación. También escuchará el fluido de esa sangre que es redentora, salvadora, santificadora, y ahí San Juan, nos dice el Santo papa Juan Pablo II en el documento iglesia de la Eucaristía, tiene una relación afectiva, de contemplación con Jesús que lo hace unirse en una sola cosa, en una comunión para poder actuar después como Jesús. Con razón san Juan después en sus cartas no se cansará hablar del amor – hijitos míos les recuerdo el mandamiento nuevo “que se amen los unos a los otros” – porque ha experimentado de una manera directa en donde fluye el amor que se ha manifestado en Jesucristo hecho misericordia, el rostro de un Padre que es amor, que nos ha amado tanto, que nos ha dado a su Hijo Jesucristo, por eso hoy el corazón se ensancha agradeciendo el don de la Eucaristía, este memorial que nos reúne constantemente para celebrar la acción de nuestra salvación, la redención que nos ha dado vida

Por eso Jesús, escuchamos en el evangelio, es el pan vivo que ha bajado del cielo y él nos ofrece la verdadera vida, no es un pan un alimento común que el que lo come se fortalece en su cuerpo, pero muere, en cambio Jesús es el Pan vivo bajado del cielo que se ha hecho hombre en el vientre purísimo de  María Santísima, y que nos ofrece como alimento para la vida eterna, para la felicidad eterna, mientras vamos peregrinando hacia la casa del Padre.

Agradezcamos este don de la Eucaristía, agradezcamos nuestra capilla de Adoración Perpetua y al mismo tiempo pidamos perdón al Señor, porque muchas veces, él que está ahí en la Eucaristía esperándonos, es ninguneado, despreciado por cada uno de nosotros, él que nos está esperando las veinticuatro horas de cada día, y nosotros ingratos hijos, que nos ofrece nacer, vivir y alimentarnos, salud, trabajo, lo abandonamos sin agradecerle el don de su amor, el don de su misericordia.

Reconozcamos pues este don y volvamos como lo ha hecho Pedro, arrepentido, llorando después de haber negado a Jesús y digámosle, Señor tú lo sabes todo, tu sabes que te amo, que si te quiero seguir, yo sí quiero contemplar tu amor, tu presencia en la Eucaristía.

Démosle gracias al Señor cantándole alabanzas, regocijándonos con el don de la Eucaristía, y el Señor escucha ahí también nuestras súplicas, cuando nos da una audiencia especial, cuando movidos por el Espíritu aceptamos sentarnos a sus pies como la Magdalena, y no somos nosotros los que enjugamos sus pies, sino es él que enjuga nuestras lágrimas, por los problemas, por las dificultades y aquel que nos dice levántate, ¡ánimo!, no vuelvas a pecar, a él agradezcámosle este día, la Eucaristía como un don para nuestra vida, agradezcámosle el trabajo que nos da.

Que el Señor bendiga los que viven del mar, el Señor bendiga a nuestros hermanos que trabajan aquí en el Cajón, que ellos han querido arreglar de una manera decorosa para que entre el Rey de reyes y Señor de señores, y bendiga a toda nuestra comunidad, que bendiga a todos los que han participado en esta celebración, que nos bendiga a todos, pero que nos mueva el corazón para ser fieles a su amor como él lo hace fiel hasta el último momento de su vida, cuando se da cuenta que ha cumplido la voluntad del Padre y dice – todo está cumplido y en tus manos encomiendo mi espíritu – Esa puede ser también nuestra vida que al final de haber cumplido la voluntad del Señor, de haberlo amado y hecho que lo amen todos, podamos también como el Señor expirar nuestra vida y saber decirle también – todo está cumplido en tus manos encomiendo mi espíritu.

Que nuestra Eucaristía en este día nos haga amar a Dios y nos haga hacer presente la Eucaristía en nuestra vida de todos los días, porque la Eucaristía es una escuela de fraternidad, así nos lo enseña Jesús cuando celebra la institución de la Eucaristía con sus amigos, aun con aquellos que lo iban a traicionar, lo iban a negar, pero que en su misericordia los incluye para que la misma Eucaristía que es Jesús, les de la fortaleza de vivir como el Señor nos lo da a nosotros. Vivimos no por nuestros méritos, sino por la misericordia de Dios que es eterno.