LA INAMCULADA CONCEPCIÓN.

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La fiesta de la Inmaculada Concepción surgió en el Oriente hacia los siglos VII – VIII y luego se extendió rápidamente también por el Occidente. En el año de 1854 el papa Pío IX declaró dogma de fe que María, por singular privilegio, fue preservada de toda mancha de pecado ya desde el momento de su concepción.

No es un “paréntesis” en el Adviento. En la Madre empieza a realizarse el misterio de la encarnación del Hijo. Es la fiesta del comienzo absoluto, como la Asunción podría llamarse la fiesta del final, de la plenitud pascual cumplida también en la Madre del Salvador. En ambos casos, el comienzo y el final, María aparece como modelo y figura de lo que es el destino de toda la comunidad eclesial. Como dijo el papa Pablo VI en su marialis cultus, hoy es una fiesta “en que se celebran conjuntamente la Inmaculada Concepción de María, la preparación radical a la venida del Salvador y el feliz comienzo de la Iglesia, hermosa, sin mancha ni arruga”.

María es el primer fruto de la Pascua de Jesús. Pablo no la nombra cuando en su himno describe la bendición que nos ha venido de Dios y la bendición que nosotros le elevamos como respuesta. Pero todos sabemos que, sí Dios nos ha “bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en Cristo”, a María de Nazaret le ha alcanzado antes que nadie la alegría mesiánica que Dios ha preparado para la humanidad.

La fiesta de hoy se puede decir que es la fiesta también de todos nosotros. María aparece como la primicia de toda la comunidad. La primera salvada por la Pascua de Cristo. La primera discípula de Cristo. La primera cristiana. La figura y el resumen de todo lo que la Iglesia quiere ser. Dirigiéndole nuestro canto podemos decirle una vez más: “tú eres la gloria de Jerusalén, tú orgullo de nuestra raza”.

La fiesta principal de este mes no es esta, sino la Navidad. Y la novena o el triduo de esta fiesta no tiene que restar ritmo al Adviento y a la auténtica “novena”, que son los días 17 al 24 de diciembre, en la preparación inmediata de la Natividad.