SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.

Spread the love

La fiesta que hoy celebramos con categoría de “solemnidad” fue en el siglo XVII cuando empezó a celebrarse en Francia, con san Juan Eudes y santa Margarita María Alacoque como promotores principales. Hasta entonces se puede decir que se celebraba en el conjunto del misterio pascual de Cristo. El amor de Dios y el de Cristo se nos manifiesta desde la Navidad hasta la Pascua y sobre todo en el Triduo Pascual de la muerte salvadora de Jesús. Pero se creyó conveniente dedicar un día a esta dimensión básica del misterio cristiano: el amor de Dios.

El corazón, que entre nosotros se ha convertido en símbolo de toda la persona – decimos de alguien que tiene un gran corazón, que es todo corazón –, en la Biblia se aplica a Dios y, luego, a Cristo, en el mismo sentido del amor y de la cercanía misericordiosa. Hoy celebramos “los beneficios de su amor por nosotros” (oración) y los “infinitos tesoros de caridad” que hay en el corazón de Cristo.

Lo que celebramos hoy es el amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús. El amor que nos tiene Dios ya desde el Antiguo Testamento, pero que se mostró más plenamente en la vida y la muerte de su Hijo, el que fue radicalmente “el-por-los-demás”.

En la fiesta de hoy se nos invita a mirar hacia Dios y agradecer su amor misericordioso. A mirar hacia Cristo y ver la serenidad de su amor, que le llevó a entregarse en la cruz por nosotros. A mirar el Espíritu, el Amor de Dios que ha sido infundido en nuestros corazones. Y a vivir así envueltos en el amor del Dios Trino. Es la mejor clave para vivir nuestro camino con ánimos. El amor “trasciende toda filosofía” y nos da fuerzas para seguir adelante.

Esto, por una parte, nos da ánimos a nosotros. Y, por otra, nos estimula a ser transmisores de ese mismo amor a los demás en la catequesis, en la predicación, en el trato con los demás: si creemos en el amor de Dios, se tiene que notar que vivimos en esperanza y que presentamos a un Dios lleno de amor. La oración poscomunión nos invita a pedirle ambas cosas: “Enciende en nosotros el fuego de la caridad, que nos mueva a unirnos más a Cristo y a reconocerle presente en los hermanos”

 

Fuente: libro “Enséñame tus caminos 7

Por: Alsazábal Larrañaga, José