SAN PEDRO Y SAN PABLO

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Celebramos hoy, unidos en un entrañable recuerdo, la fiesta de estos dos grandes apóstoles, Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia y testigos  – cada  uno desde su personalidad propia – de la fe y del amor a Cristo.

Pedro era pescador, de Betsaida. Pablo, un judío de Tarso, en la actual Turquía, de la tribu de Benjamín, de formación farisea. Ambos fueron llamados por Cristo Jesús: el uno, junto al lago de Genesaret; el otro, en el camino de Damasco, donde iba para perseguir a los cristianos. Ambos respondieron con prontitud y se convirtieron en personajes importantísimos en la historia de la primera comunidad.

No murieron juntos. Pedro fue mártir en el circo de la colina del Vaticano, en tiempos de Nerón. Pablo, poco más tarde, en la vía Ostiense, camino del mar. El primero, según una tradición muy antigua, crucificado cabeza abajo, porque no se sentía digno de morir como su Señor y Maestro. El segundo, decapitado. Cada uno de ellos tiene una basílica dedicada en el lugar de su martirio, – en el Vaticano y en la vía Ostiense –, basílicas levantadas en el siglo IV por Constantino, apenas iniciada la era de paz para la Iglesia.

Pedro y Pablo son dos figuras diferentes, pero al servicio del mismo evangelio. Dos apóstoles con carácter propio, con virtudes y defectos, con campos diferentes de actuación, pero ambos enamorados de Cristo y valientes testigos suyos.

 

Fuente : Libro “Enseñame tus caminos 7”
De: José Aldazábal