HOMILÍA EN LA MISA DE EXEQUIAS DEL PADRE MAURO

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Amados hermanos de Nuestro Señor Jesucristo.

Hoy estamos viviendo un momento de mucha tristeza, sobre todo por la muerte de nuestro hermano Mauro. Una muerte intempestiva, accidental y que nos llena a todos de dolor.

Pero en estos momentos nosotros no podemos ver esto desde una realidad simplemente humana, tenemos que aprender a levantar nuestros ojos al cielo, para dejarnos iluminar por el Señor. Y nuestra fe, nos dice, precisamente, que nuestra vida en este mundo dura unos pocos años, pero que nosotros tenemos nuestra morada permanente en el cielo, donde ni el ojo vio ni el oído oyó lo que Dios nos tiene preparado, pero sabemos que es algo grato, que es algo maravilloso.

Y esa, queridos hermanos, tiene que ser nuestra esperanza, esa va a ser nuestra luz, sabiendo que Dios ya ha vencido a la muerte y nos ha dado esa vida eterna.

Por eso, el apóstol San Pablo nos dice que, no podemos entristecernos como los paganos, como los que no tienen esperanza.

Pero también hoy es un día para recordar la vida del Padre Mauro:

Un Sacerdote fiel, entregado a Dios, entregado a sus fieles, entregado a su familia y tratando de dar lo mejor de sí mismo. Un padre que hizo buena relación con todo el presbiterio, muy querido por todo el presbiterio. Un padre que tenía muchos detalles.

Yo le venía comentando al sacerdote con quien venía ahora, que era uno de los sacerdotes que me llamaba cada 10 días, para ver cómo estaba, y me decía, usted se está preocupando por todos, pues también nosotros tenemos que preocuparnos por usted.

Era un sacerdote que no tenía ningún puesto en la diócesis, digo de relación conmigo en el gobierno, y sin embargo, siempre trataba de tener una relación conmigo, y pues eso habla de su caridad, de su preocupación hacia los demás.

Por eso, aunque yo no tuve mucho tiempo de convivir con él, el poco tiempo que tuve tengo un grato recuerdo de él, de su fraternidad, de su caridad. Y también las noticias, porque le preguntaba a sus compañeros, cómo era Mauro, platícame un poco para saber. Y bueno ahí me iban contando diferentes anécdotas.

Yo quiero dar gracias a Dios por habernos dado a Mauro, este gran regalo, nuestro hermano Mauro.

Pero también, a través de él, Dios nos deja una gran tarea a todos, de tratar de ayudar siempre y dar lo mejor que tengamos a cada uno a nuestros hermanos.