
Y TÚ… ¿PORQUÉ TE PONES CENIZA?
No quisiera que tu fueras uno más de esos cristianos que hacen cosas sin saber por qué. Para mucha gente de distintos lugares el Miércoles de Ceniza es algo así como una fecha mágica. Las Iglesias se llenan como nunca, se hacen grandes colas e incluso aparecen ese día quienes nunca van a misa los domingos.
- Para algunas la ceniza es cosa de superstición, de suerte. Si no se la ponen piensan que alguna cosa mala les sucederá.
- Para otros la ceniza no solo sirve para alejar el mal, sino también para atraer el bien. Es una especie de “amuleto de la buena suerte”. Por eso insisten en que se les ponga hasta a los niños muy pequeños (‘ya tiene su patita de conejo, su ojo de venado y su ajo macho, pero por favor póngale ceniza… para que no se enferme’).
- Así como presumen un vestido o un reloj, quieren presumir su cruz. Por eso buscan la Iglesia donde se la hagan más bonita.
- Y hay quienes van “por si las moscas”, pues no saben lo que es y a veces ni tiene fe, pero se la ponen para librarse del mal o para obtener algún bien (‘yo, por aquello de no te entumas, pues si no me hace bien, tampoco me hace mal’).
Para evitar que cualquiera de las razones anteriores, te muevan a ponerte la ceniza sobre tu cabeza, reflexiona lo siguiente:
- Cada año celebramos la pasión, muerte y resurrección de nuestro señor Jesucristo.
- Pero no se trata solamente de recordar lo que le sucedió, sino de vivirlo junto con Él.
- ¿Cómo celebrar que Cristo padece y sufre por nosotros, si nosotros seguimos viviendo igual?
- ¿Cómo celebrar la resurrección de Cristo y su victoria sobre la muerte, si nosotros seguimos muertos por el pecado y no queremos nacer a una Vida Nueva de fe, de amor y de esperanza?
- ¿Cómo celebrar que su resurrección es el inicio de la familia universal llamada Iglesia, si nosotros seguimos viviendo en nuestro egoísmo y no nos unimos en comunidad, en familia, para ayudarnos, para trabajar juntos, para buscar el bien, para hacer oración…?
Para celebrar la pasión, muerte y Resurrección de Cristo, debemos prepararnos. A ese tiempo de preparación la llamamos Cuaresma, porque son cuarenta días en los que reconocemos, de una manera más profunda, que hemos fallado al amor de Dios y arrepentidos buscamos la manera de corregirnos. Por eso la Cuaresma es tiempo de oración, de reflexión, de penitencia, de ayuno y vigilia.
Lo importante es la disposición del espíritu; por ejemplo, si uno deja de comer carne, no es para darse un banquete con pescados o mariscos, sino para privarnos de algo que nos gusta, lo cual no necesariamente es material: cigarros, alcohol, televisión, pero también privarnos de hablar mal de las personas, ‘sacrificar’ nuestro tiempo para visitar enfermos, preocuparnos por el vecino, tener paciencia y amor con los ‘viejitos’ de la casa.