HOMILÍA “CORREGIR CON CARIDAD”

Spread the love

Evangelio de Mt. 18, 15-20

12 de agosto del 2020

Queridos hermanos.

Dios nos ha dado un razonamiento. Nos distinguimos de cualquier creatura que hay sobre la faz de la tierra, porque nosotros tenemos un cerebro que es racional, y gracias a ese cerebro racional Dios nos da la libertad de poder ir por donde nosotros queramos, de tal manera que en nosotros está la decisión de lo que hagamos en nuestra vida.

Por eso, nosotros tenemos siempre que estar discerniendo, cuál es lo que más nos conviene en cada momento de nuestra vida.

Pero también, con respecto a nuestro prójimo, nos ha dado ese razonamiento y podemos ver defectos en nuestros hermanos y utilizar nuestro razonamiento de forma equivocada. Así lo hacemos cuando vemos un defecto en alguien y en vez de ir hacia el hermano, lo primero que tenemos que hacer es orar por ese hermano que está mal.

En segundo lugar, no írselo a contar al vecino u otra persona ajena, sino llamar a ese hermano y en un encuentro de corazón a corazón manifestarle nuestra inquietud, nuestro dolor por esa herida que tiene o por esa situación que pensamos que está haciendo mal desde nuestro punto de vista.

Cuando nosotros corregimos a un hermano en la intimidad y con caridad, con amor, aquella corrección no la siente el hermano como si lo estuviéramos  juzgando, sino que lo ve como un acto de amor de nosotros hacia él.

Ayer escuchábamos en el Evangelio, cómo Jesús dejaba a las 99 ovejas e iba tras aquella oveja que se había perdido. Así nosotros también tenemos que ir tras nuestros hermanos que nos necesitan. Tras aquellos que andan por caminos equivocados, y con todo nuestro amor ayudarlos; poner todos los medios para hacerles ver que están mal, pero siempre con amor y caridad.

A veces las personas están muy cerradas o nosotros no podemos tener acceso, y como dice el evangelio, pues llama a dos o tres, es decir, quizá sean otras personas que los escuche mejor que a nosotros, por alguna circunstancia, porque alguno de nosotros somos una autoridad o porque hay una circunstancia que impide que la otra persona acepte nuestra corrección. Bueno, pues también buscar los medios para que alguna de esas otras personas que tienen mayor influencia sobre esa persona, puedan ayudarle.

Si la persona sigue en una actitud mala y su comportamiento no solamente lo está dañando a él, sino está dañando a la comunidad, bueno pues ahí sí, hay que decirlo a la comunidad. Y después es una cosa muy dura. Y si a la comunidad no le hace caso, pues expulsarlo de la comunidad.

Este razonamiento lo podemos entender más desde el punto de vista de la pandemia. Imagínense que hay una persona que no se cuida, que no trae cubre bocas, que está conviviendo con gente que tiene el virus y no se protege para nada. Imagínense que nosotros empezamos a convivir con esa persona, pues tenemos el riesgo de contagiarnos, y nosotros le decimos a la persona que se cubra, que se proteja y no lo hace; pues lo mejor es decirle – mira, si no te quieres proteger, pues no te acerques a mí, porque yo sí quiero protegerme, yo me estoy cuidando y no quiero que me afectes –.

En este sentido la corrección siempre es buena, pero siempre hay que hacerla con amor y caridad.

Y esto, con la mentalidad que hay en el mundo, que cada quien pueda hacer lo que quiera y cuando quiera, pues eso no es del todo cierto, porque si yo hago lo que quiero y el otro hace lo que quiere y el otro hace lo que quiere, pues llegará un momento que chocaremos y nos haremos daño unos a otros. Por eso, no se puede hacer lo que yo quiera o como dicen algunos, lo que me dé la gana, sino que hay que hacer las cosas de tal manera que no afectemos a terceros.

“Mi libertad termina donde empieza la libertad de los demás”

Tratemos de corregir a nuestros hermanos siempre con amor, siempre con caridad, no buscando juzgarlos, sino amarlos.

Que el Señor nos conceda practicar la corrección fraterna como él la practicó con la pecadora y con tantas personas que se le acercaban. Y les ayudaba a que entendieran a través de muchas cosas  el mensaje de Dios.

Bueno pues así nosotros, oremos y pidamos en la Eucaristía. Si vemos a veces cosas mal en nuestro mundo, pues hay que pedir. Si vemos que hay un secuestrador una persona que hace mal, pidamos por esa persona, oremos por esa persona. Y si está en nuestras manos ayudarle para corregir ese camino.

Pero de nada sirve que nosotros estemos hablando mal y echando tierra a los demás, porque lo único que hacemos es sembrar más mal a nuestro alrededor.

Pues ojalá, que esta Palabra de Dios la asumamos el día de hoy y la practiquemos.

Que así sea.