HOMILÍA “PERDONAS NOS DA PAZ Y ALEGRÍA”

Spread the love

Evangelio de Mt. 18, 21. 19, 1

13 de agosto del 2020

Nosotros estamos llamados a tener los mismos sentimientos de Dios; fuimos creados a su imagen y semejanza.

Por eso, debemos ser conscientes de nuestras debilidades. Muchas veces no otorgamos el perdón, porque en el fondo creemos que Dios no tiene nada qué perdonarnos, porque nos sentimos justificados, porque no tenemos sensibilidad hacia la misericordia que Dios ha tenido con nosotros. Y por eso, con mucha facilidad, cuando alguien nos ofende, pues somos inmisericordes.

La mezquindad, escuchamos esta palabra frente a la misericordia de Dios, es difícil que nos podamos poner como unas personas mezquinas, que somos incapaces de perdonar, cuando Dios nos perdona todos los días, tantas cosas y nos trata con misericordia. Solamente cuando vivimos nuestra fe en profundidad es cuando empezamos a entender el sentido del perdón, de la misericordia de Dios y no nos volvemos inmisericordes con nuestros hermanos.

Hoy, el Señor nos invita a practicar constantemente el perdón y la misericordia. Al principio de la Misa, nosotros le pedimos perdón al Señor; y ya casi al finalizar, antes de entrar en una comunión, también nos reconciliamos con nuestros hermanos, les otorgamos nuestra misericordia.

Porque nosotros estamos llamados a ser misericordiosos como Dios es misericordioso con nosotros, por eso, si tenemos algo contra alguien, simplemente perdonémoslo, démosle nuestro perdón y así nos libraremos de todo sentimiento malo en nuestro corazón.

Además, cuando nosotros no perdonamos parece como que castigamos al otro, pero en realidad quienes se están castigando somos nosotros, porque nuestra naturaleza está hecha para amar, no para odiar, para ser misericordiosos, no para ser inmisericordes.

Entonces estamos yendo en contra de nuestra propia naturaleza y eso no nos deja vivir en paz, no nos deja vivir en alegría. A parte, ese no perdonar a los demás, al no vivir en paz con nosotros mismos, ese mal sentimiento que traemos, hace que lo saquemos con personas que verdaderamente nos quieren, porque constantemente ese veneno que traemos dentro, lo estamos sacando con todas las personas, consciente o inconscientemente. Y si es aquella persona que no perdonamos, ya no la volvemos a ver.

De tal manera que el perdón es algo que nos sana, es una herida que si no la curamos, esa herida va a seguir punzando, si no le ponemos el antibiótico o la medicina que necesita, esa herida va a seguir supurando y supurando.

Por eso, queridos hermanos, vivamos el perdón. Todos tenemos muchas cosas por las que nos perdona Dios, pero también tenemos muchas veces, porque vivimos con seres humanos, que estar perdonando a nuestros hermanos. Es un ejercicio que tenemos que hacer, yo diría, casi todos los días, porque casi todos los días, de alguna manera tenemos desavenencias o choques con los demás, quizá no tan graves, pero al final de cuentas tenemos que aprender a perdonar, porque no somos perfectos, ni las personas que nos rodean son perfectas.

Bueno pues, practiquemos esta actitud del perdón y cumplamos aquello que rezamos en el Padre Nuestro, aquello que le prometemos a Dios…

“Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”

Que así sea.