
San Bartolomé
Evangelio de Jn. 1, 45-51
24 de agosto del 2020
Hoy que estamos celebrando la fiesta del apóstol san Bartolomé o Natanael, como lo escuchamos en el evangelio de hoy, pues nos deja una gran lección este Santo.
Normalmente, Jesús critica a los fariseos, porque están muy centrados en sí mismos y en sus leyes, que no lo gran captar la presencia de Dios en medio de ellos, a través de Jesucristo.
Natanael, en un principio hace un juicio, un tanto prepotente – cómo puede salir algo bueno de Nazaret – yo sé que no ha salido nada de ahí. Él conocía perfectamente las escrituras, sin embargo, llega el momento en que se abre al misterio de Dios y descubre la gran riqueza de Dios y sabe ver en Jesús, como él mismo lo dice – tú eres el hijo de Israel, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel –.
Desde ese momento, Bartolomé empieza a seguir a Jesús, y da su vida por él. La tradición dice que murió en la India. Hoy es un buen día para recordar a este pueblo y pidamos por este pueblo, la India. Y ahí fue donde predicó el evangelio, murió martirizado.
Pero aquí, lo que más nos interesa, es ver cómo Natanael actuó, como muchas veces podemos actuar nosotros.
Cuando el Señor nos quiere guiar por un camino, pues nosotros hacemos como que ya nos la sabemos de todo. Como cuando un padre va a corregir a su niño, le dice – cuidado te vas a caer al hoyo –, y el hijo le dice: no, tú no sabes nada, yo sé cómo hacerlo, y va y se cae. Pues así sucede con nosotros, muchas veces nos sentimos autosuficientes; somos muy autorreferenciales y hacemos a un lado a Dios; no aprendemos a distinguirlo; no lo descubrimos en nuestro camino; no lo descubrimos cuando se nos presenta.
Hoy aprendamos de este gran Santo, de este gran Apóstol. Tenemos que abrir nuestro corazón, para que verdaderamente el espíritu de Dios entre en nosotros.
Hace unos días tuve un diálogo con un sacerdote porque no había tenido comunicación con él, porque dice que no podía acceder a los medios. Le dije que era muy importante que en estos tiempos viva comunicado, de hecho no le llamaba para reclamarle eso, sino para felicitarlo.
Bueno, me llamó la atención que me dice – pero bueno, yo ya lo sé todo, yo llevo muchos años y nadie me tiene que decir nada, sé cómo se manejan las cosas –.
Bueno, pues cuando uno actúa así, cuando uno dice, yo ya lo sé todo, es que no sabe nada.
Hay un filósofo que decía que, la verdadera sabiduría es, saber que no se sabe nada. “solo sé que no sé nada”. No sé nada, porque hay mucho que aprender, mucho que saber.
Por eso, en el plano de la fe, siempre tenemos que abrirnos a la revelación, siempre nos tenemos que abrirnos a la sorpresa de Dios. Dios siempre nos sorprende, Dios siempre tiene algo nuevo que decirnos. No podemos decir que ya lo sabemos todo, no podemos decir que nosotros ya lo conocemos todo, no podemos ser tan soberbios de no creer que no tenemos algo qué aprender.
Y Dios hoy, a ti y a mí, nos quiere dar muchas lecciones, quiere hablarnos de muchas maneras.
Ojalá que nosotros sepamos captar ese presencia de Dios a lo largo, no solamente de este día, sino a lo largo de nuestra vida, para que con seguridad, como san Bartolomé, pues podamos seguirlo y ser fieles a su Palabra.
Pidamos a este gran Apóstol de la Iglesia, que nos ayude a vivir en esa realidad, en esa docilidad y en esa apertura al espíritu de Dios que se manifiesta en nuestra vida.
Que así sea.