ADVIENTO.

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Adviento: el tiempo de la venida del Señor. Eso significa la palabra latina adventus: venida, advenimiento. En los primeros siglos de la vida cristiana se denominaba con este término al tiempo de preparación para la segunda venida de Cristo, al final de los tiempos. Haciendo referencia a este tiempo, la Iglesia reflexionaba sobre los pasajes evangélicos que hablan del fin del mundo, el juicio final, y las invitaciones de San Juan Bautista al arrepentimiento y la penitencia para estar preparados.

Al inicio del año litúrgico, preparando la celebración de la Navidad, dedicamos unas semanas a contemplar esta venida: a esperarla, a desearla, a prepararla en nuestras vidas y, en definitiva, a celebrarla. Porque, ciertamente, al tiempo que anhelamos que venga el Señor, y nos queremos convertir para ser para él <<un pueblo bien dispuesto>>, ya podemos también vivir la alegría de su presencia en nuestras vidas.

El Adviento es un tiempo de gracia. Todos los tiempos lo son, desde luego, pero este quizá tiene un particular tono de calidez humana y cristiana que nos lo hace especialmente próximo. La promesa de salvación de Dios se encuentra con lo más valiosas y auténticas esperanzas humanas, y su fruto es el Reino que se abre paso en medio de nosotros.

La Iglesia celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros, exhortándonos a tenerlo siempre presente.

Tres momentos que se viven en Adviento.

PRIMER MOMENTO. El Adviento es un tiempo que necesita ser saboreado, que debe impregnar el alma. Es un tiempo que no puede ser seco, que ha de contener una punta viva de emoción y de sentimiento. Sacerdotes, diáconos, monitores, lectores, cantores, equipos de liturgia… necesitan muy especialmente tener espacios (individuales o colectivos) para gustar las lecturas de la misa (dominicales y diarias), o la liturgia de las horas, o  un libro adecuado… para ejercer bien su misión.

SEGUNDO MOMENTO. Desde el primer domingo de Adviento, e incluso antes, el ambiente navideño se respira por todas partes: la televisión, las tiendas, las calles… ponen en marcha el frenesí navideño. En este contexto, de poco sirve ponerse en plan fustigador; más bien lo útil será ayudar a discernir. Y valorar todos los buenos elementos que hay detrás de todo esto, recordar la llamada de Jesús, alegrarse de esta llamada, invitar a vivir el ambiente con signos cristianos. E invitando a luchar para no dejarse atrapar por todo lo que de perverso hay en este ambiente. Y, finalmente, combatir el falso “espíritu navideño” consistente en simular que no hay conflictos ni en casa ni en el mundo.

TECER MOMENTO. La venida del Señor es la respuesta que Dios da a la situación de este nuestro mundo. El Señor nos invita a dirigir la mirada hacia él, y a prepararle el camino. Porque la venida del Señor no es una transformación mágica: él viene para estar con nosotros, para hacer que caminemos hacia él y para hacer caminar a la humanidad hacia él. Deberemos hablar de la salvación de Dios que viene a nosotros mirando muy de cerca a nuestro mundo, y sintiendo como propias las angustias que en él se viven y también las esperanzas que avanzan. Él viene y su presencia se nota en todo amor que actúa, y su presencia es llamada a la plenitud que tan solo Él puede dar.

El adviento comienza el domingo más cercano a la fiesta de San Andrés (30 de noviembre) y culmina en vísperas de Navidad, teniendo así las comunidades, cuatro domingos para dedicar a la preparación y meditación de las promesas realizadas por Dios a lo largo de la Historia de la salvación.