CLAUSURA DE SANTO ROSARIO, MES DE MARÍA, MAYO

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Este miércoles 31 de mayo la comunidad de Catedral organizó la Clausura del Santo Rosario, en el mes de maría, mayo.

Se hizo la celebración de la Eucaristía concelebrada por los tres presbíteros de la Parroquia del Sagrario, el Pbro. Lic. Víctor Manuel Díaz Mendoza, Párroco de la Catedral,  el Pbro. Iván Alexander Rivera Cancio y el Pbro. Francisco Serna, vicarios

. Seguidamente se hizo el recorrido con la imagen de la virgen María por las calles que forman la manzana frente a la Catedral, rezando el santo rosario con velas encendidas que fueron bendecidas antes de dar inicio al recorrido, culminando en el interior del recinto de la Asunción con la coronación a la Virgen.

Texto completo de la homilía.

La visita de María a Santa Isabel la iglesia lo considera como un misterio gozoso, encierra una acción de Dios. Dios visita a su pueblo y para descubrir la presencia de un Dios con nosotros es necesaria la fe; y así hoy podemos contemplar a María en la humildad que en el contexto que acontece en la visita a santa Isabel, nos dice el mismo Lucas, que antes el arcángel San Gabriel visitó a María, Dios visitó a María porque la había elegido, era predestinada para ser la Madre del Salvador, para Dios cumplir las promesas hechas a Israel, sería el conducto por el cual Dios bendeciría todos los pueblos por medio de su Hijo Jesucristo.

María, antes de concebir en su seno virginal al Hijo de Dios hecho hombre, lo concibe primero por la fe, ella creía, esperaba en las promesas que Dios había hecho Abraham y a sus descendientes, por eso no puso obstáculo alguno a lo que Dios la invitaba, si pidió esclarecer el acontecimiento – yo permanezco virgen, no conozco varón alguno – sin embargo cuando el ángel le explica todo y como testimonio de que Dios cumple su promesa, es Santa Isabel.

María acepta por la fe ese “Yo soy la esclava del Señor” “la sierva del Señor, hágase en mí según tú palabra”, pero la fe al estar llena de Dios la lleva a salir, como dirá ahora el papa Francisco una iglesia en salida, una iglesia que es portadora de Jesucristo hacia todos nosotros de manera especial a los más necesitados, y María sabe que en ese momento que Santa Isabel la esposa de Zacarías está embarazada, va  dar a luz y necesita que la ayude, y por eso, por su fe va presurosa hacia las montañas de Judea, para visitar a su prima santa Isabel, la visita María, pero es Dios quien visita a santa Isabel y a Zacarías para consagrar aquel niño que Isabel llevaba en su seno, Juan el Bautista, aquel que dirá Zacarías, irá delante del Señor a preparar los caminos; y María es reconocida por santa Isabel como una mujer de fe – dichosa tú que has creído porque se cumplirá cuanto te fue anunciado.

María lleva al Señor y consagra Jesús en el vientre purísimo de María a Juan el Bautista desde antes de su nacimiento para que fuera aquel que señalara al cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

María es grande no solo porque Dios se ha fijado en ella, sino por su respuesta a Dios en la humildad y en la generosidad, por eso la llamaremos bienaventurada todas las generaciones, porque Dios ha hecho en ella cosas maravillosas.

Esta celebración con la que nosotros concluimos este mes de mayo, después de haber invocado el auxilio maternal de Santísima Virgen, aprendemos nosotros de María a ser hombres y mujeres de fe, a creer en la palabra del Señor que se hace carne en cada uno de nosotros, se hace vida. Dios también como a María nos visita a cada uno llevándonos paz, armonía, comprensión y bienestar, así lo anuncia hoy la carta del apóstol San Pablo a los Romanos, pero ante todo nos pide fe para que nuestro amor sea sincero, para que aborrezcamos el mal y pongamos en práctica el bien.

Esto lo hizo María y podríamos recurrir los pasajes de la Escritura que aluden a la Santísima Virgen atendiendo con amor maternal a los  necesitados y desde luego en la tradición de la iglesia.

María auxilio de los cristianos, luz para los hombres que invocan a su hijo Jesucristo y que en medio de las tinieblas nos encontramos con Cristo, para como María, llenarnos de Cristo y salir a anunciar a Jesucristo el Señor, así lo haremos nosotros, Dios mediante el rezo del rosario, con nuestras lámparas encendidas. Nuestra fe nos llevará a recorrer las calles de nuestra ciudad, para sentirnos portadores de Cristo, no una simple vela, una simple luz, sino que significa nuestra fe y que estamos dispuestos a llevar a cabo la construcción del reino de Dios en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra sociedad, a Cristo como luz del mundo.

Dejemos pues hoy a través de esta Eucaristía que celebramos, a través de esta palabra, Dios nos visite, Dios se encuentre con nosotros, pero espera de nosotros esa fe, esa humildad para disponernos al servicio de nuestros hermanos y comunicarles la alegría el gozo del evangelio a través de nuestra propia vida, con nuestro testimonio, con nuestra palabra y desde luego con nuestra conversión. Porque es lo que en Fátima la Santísima Virgen pedía a todos los hombres, esa conversión, ese arrepentimiento. Los primero que tenemos que convertirnos, arrepentirnos somos nosotros, por eso la invocamos y le decimos que ella perdone nuestros pecados, que nos libre del fuego del infierno y que lleve todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de su misericordia.

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