PASIÓN Y MUERTE: EL DRAMA DEL MESÍAS

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PASIÓN Y MUERTE: EL DRAMA DEL MESÍAS

 La Pasión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es origen de nuestra esperanza en la gloria (San Agustín, Lunes Santo, LH)

La Cuaresma 2019 ya está puesta en marcha, como dice un himno de la Liturgia de las horas: avanzamos, corremos fatigados… Este tiempo de gracia presenta la oportunidad de meditar en el drama del Mesías, es decir, en su Pasión y Muerte. San Pablo dirá que se hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado, asume la condición frágil del hombre para redimirlo desde la propia humanidad.

Entrando al tema que nos corresponde, puede decirse que la Pasión de Nuestro Señor comenzó en el Cenáculo; allí, en realidad, empezaron los sufrimientos de Nuestro Salvador. Como afirma san Pablo, “completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo” (Col 1,24), en este sentido debemos recordar cada día que la Redención no puede tener pleno efecto, si no es aceptada, comprendida, continuada por el hombre».

Ahora bien, ¿Podemos seguir un orden en el proceso de la Pasión del Señor?, trataremos al menos de mencionar las etapas, porque no hay suficiente espacio para explicar a detalle todo el proceso; comenzamos por el arresto: la tropa que detuvo a Jesús en el lugar llamado Getsemaní (lagar de aceite o almazara) se dice que es enviada por los «sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos» (Mc 14,43); el proceso judío: Jesús fue arrestado por la policía del Templo, Jesús fue conducido en primer lugar a la casa privada de Anás, suegro de Caifás, sumo sacerdote en ejercicio;  el proceso romano: Jesús fue llevado después ante el tribunal de Pilato, el único apto, dadas las circunstancias, para pronunciar una sentencia de muerte y para hacer que se ejecutase (Jn 18,31); en el Pretorio: el proceso tuvo lugar en el palacio o «pretorio» que ocupaba el gobernador cuando permanecía en Jerusalén, especialmente con ocasión de las grandes fiestas judías; el resultado del proceso: la sesión ante Pilato acabó con una condena a muerte, el caso de Jesús, sin duda, fue examinado con otros, si tenemos en cuenta la ejecución colectiva en que terminó (Mc 15,27, etc.); la ejecución: Jesús fue condenado por Pilato a ser crucificado.

Por otro lado, según la narración de los evangelistas, Jesús murió orando en la hora nona, es decir, a las tres de la tarde. Así pues, en la Cruz de Jesús se había verificado lo que en vano se había intentado con los sacrificios de animales: el mundo había obtenido la expiación. El Cordero de Dios había cargado sobre sí el pecado del mundo y lo había quitado de allí. También el apóstol Pablo dirá, Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte y una muerte de cruz, así pues, con ayuda de la teología expresamos que la muerte de Jesús se ha de entender en continuidad con su ministerio, en el marco de la última Cena, Jesús se despide de sus discípulos y les anticipa el sentido de su muerte como entrega salvífica y como último servicio a favor de la instauración del Reino de Dios. La doble condena, religiosa y política, refrenda el mesianismo de Jesús.

Al considerar la muerte de Jesús tocamos uno de los hechos centrales en su vida, de cuya historicidad no se duda seriamente. Sin embargo, lo central para la fe está no en el hecho (fides historica) sino en el sentido del mismo (fides spiritualis). Para que la interpretación teológica se sostenga ha de partir del hecho mismo, en su descripción esencial unirlo con la interpretación que del mismo dio Jesús, y enlazar todo esto con el sentido que se le da en la Iglesia.

El Padre José Luis Martín Descalzo dice: es cierto que morir era el mandato que del Padre había recibido (Jn 10,18), pero también que se ofreció porque quiso (Is 53, 7). Es verdad que el Padre lo entregó a la muerte (Rom 8,32), pero también lo es que se entregó así mismo (Ef 5,2). Era la hora señalada por el Padre y ansiada por él. Y entraba en esta muerte que era peor que una muerte, porque él sabía que no se trataba sólo de derramar la sangre, sino también de hacerse pecado (2 Cor 5-21) por los hombres. Con gran deseo he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer. Porque en verdad les digo que no volveré a comerla hasta que se cumpla en el reino de Dios (Lc 22, 15-16).

Terminamos nuestra meditación con estas palabras: “Mas ya no tiene fuerzas. Su cabeza desciende. Aún hay respiraciones en su pecho que se defiende de la muerte. Una gota de sangre, sacudida, rueda desde la frente a la mejilla, de la mejilla al suelo, suena en el silencio de la tarde. Muere. HA MUERTO…

Bibliografía:

Theodor Schneider, Manual de Teología Dogmática, HERDER, Barcelona 1996

Ángel Cordobilla, La lógica de la Fe (Manual de Teología Dogmática), UNE, Madrid 2013

Joseph Ratzinger, Jesús de Nazaret, ENCUENTRO, Madrid 2011

José Luis Martín Descalzo, Vida y Misterio de Jesús de Nazaret, SÍGUEME, Salamanca 2013

P. Fermín Estillado Moreno