HOMILÍA “PRACTIQUEMOS LA VIRTUD DE LA COHERENCIA”

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Practiquemos la virtud de la Coherencia

Evangelio de Mt. 23, 1-12

22 de agosto del 2020

Queridos hermanos

Hoy, estamos celebrando la fiesta de “María Reina”, es como la consecuencia de la fiesta que celebramos el mes de agosto, la Asunción de María.

Y en esta fiesta, la Palabra de Dios nos invita, a vivir una virtud que vivió la Virgen María, que nosotros tenemos que imitarla, la virtud de la coherencia en nuestra vida.

A veces queremos que los demás actúen como nosotros queremos que actúen, les exigimos mucho a los demás, queremos una perfección de los demás, cosa que no tenemos nosotros.

Por eso, justamente cuando nosotros somos humildes, cuando  reconocemos nuestras propias limitaciones, es cuando empezamos a ser más sensibles ante las limitaciones de los demás y a ser más coherentes con nuestra vida.

Es importante que prediquemos, pero no de palabra. A veces escucho a muchos papás, que dicen – es que mi hijo no hace bien esto, no hace bien lo otro – pero bueno, qué ejemplo yo estoy dando a mis hijos;  a veces no hace falta hablar mucho, así, como Dios que nos hablaba a través de los profetas.

Los profetas hacían muchos signos externos; también nosotros tenemos que ser profetas en medio de los demás y no tener que estar diciendo, tienes que hacer esto, lo otro y lo otro; o deberías de actuar así, sino más bien nuestra propia conducta, es nuestro propio ejemplo, el que debe motivar  a los demás a ser mejores. Pero si yo, estoy pidiendo algo, o ustedes que son padres les dicen a sus hijos que no digan mentiras y ustedes son los primeros que están diciendo mentiras, ¿qué incoherencia, no?

Esa son las incoherencias que el Señor critica hoy, a los escribas y fariseos, incoherencias de no asumir desde la propia vida, la fe.

Y les digo, en la medida en que nosotros somos humildes, en la medida que reconocemos nuestra limitaciones, pues comprendemos más las limitaciones de los demás. La persona que se cree perfecta, es muy fácil que se ponga a juzgar y criticar a los demás, esa es nuestra realidad.

María, que es nuestra Madre del cielo, ella fue una mujer coherente, dijo un “sí”, cuando el ángel le anunció – he aquí la esclava del Señor – desde aquel momento ella cumplió en cada momento de su vida; fue cumpliendo ese ciclo, prolongándolo, fue siendo coherente, fue madre que se enfrentó a lo que se tenía que enfrentar antes de que a José el ángel le dijera que era la Madre de Dios.

Y bueno, más adelante en el nacimiento, cuando se queda sola porque su hijo se tiene que ir a predicar y hasta el pie de la cruz ella estuvo diciendo ese “sí” al Señor, siendo coherente con su vida.

Bueno pues, pidámosle a Nuestra Madre del Cielo que ella también reine con su ejemplo en cada uno de nosotros, para que nosotros también podamos vivir esta virtud de la coherencia con nuestros hermanos.

Que así sea.