MEDITAR ES UNA FORMA DE ENCONTRAR A JESÚS.

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Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, hablamos de esta forma de oración que es, la meditación.

Para un cristiano, meditar es, buscar una síntesis. Significa ponerse delante de la gran página de la revelación, para intentar hacerla nuestra, asumiéndola completamente; y el cristiano después de haber acogido la Palabra de Dios, no la tiene cerrada dentro de sí, porque esa palabra debe encontrarse con otro libro, que el catecismo llama, el de la vida. Es lo que intentamos hacer cada vez que meditamos la Palabra.

La práctica de la meditación, ha recibido en estos años una gran atención. De esta, no hablan solamente los cristianos, existe una práctica meditativa en casi todas las religiones del mundo, pero se trata de una actividad difundida entre personas que no tienen una visión religiosa de la vida. Todos necesitamos meditar, reflexionar, de encontrarnos a nosotros mismos, es una dinámica humana, sobre todo en el voraz mundo Occidental, se busca la meditación, porque esta representa un alto terraplén contra el estrés cotidiano y el vacío que se esparce por todos lados.

Ahí está, por tanto, la imagen de jóvenes y adultos sentados en recogimiento, en silencio, con los ojos medios cerrados.

Pero, ¿qué hacen estas personas? – Podemos preguntarnos – meditan, es un fenómeno que hay que mirar con buenos ojos. De hecho, nosotros no estamos hechos para correr en continuación, poseemos una vida interior que no puede ser siempre pisoteada.

Meditar es, por tanto, una necesidad de todos. Meditar, por así decir, es detenerse y hacer una respiración en la vida, detenerse.

Pero nos damos cuenta que esta palabra una vez acogida en un contexto cristiano, asume un especifidad que no debe ser cancelada.

Meditar es, una dimensión humana, necesaria. Pero meditar en el contexto cristiano, nosotros cristianos, va más allá, una dimensión que no debe ser cancelada.

La gran puerta a través de la cual pasa la oración de un bautizado, lo recordamos una vez más, es Jesucristo.

Para el cristiano, la meditación entra por la puerta de Jesucristo, también la práctica de la meditación sigue este sendero. El cristiano cuando reza no aspira a la plena transparencia de si, no se pone en búsqueda del núcleo más profundo de su yo, esto es lícito, el cristiano busca otra cosa.

La oración del cristiano, sobre todo, encuentro con el otro, con el otro, pero con la voz mayúscula, encuentro trascendente con Dios. Si una experiencia de oración doma la paz interior o el dominio de nosotros mismos o la lucidez sobre el camino que emprender, estos resultados son, por así decir, efectos colaterales de la gracia de la oración cristiana que es el encuentro con Jesús, es decir, meditar es, ir guiados por una frase de la escritura, de una palabra al encuentro con Jesús, dentro de nosotros.

El termino meditación a lo largo de la historia ha tenido significados diferentes, también dentro del cristianismo se refiere a experiencias espirituales diferentes, sin embargo, se pueden trazar unas líneas comunes y en esto nos ayuda también el catecismo que dice así:

Los métodos de meditación son tan diversos, como diversos son los maestros espirituales, pero un método no es más que un guía, lo importante es avanzar con el Espíritu Santo, por el único camino de la oración, Cristo Jesús.

Y aquí se señala un compañero de camino, uno que nos guía, el Espíritu Santo. No es posible la meditación cristiana sin el Espíritu Santo, es él, el que nos guía al encuentro con Jesús. Jesús nos había dicho:  les enviaré al Espíritu Santo, él les enseñará y les explicará, y también, en la meditación es la guía para ir hacia delante en el encuentro con Jesucristo.

Por lo tanto, son muchos los métodos de meditación cristiana, algunos muy sobrios, otros más articulados, algunos se acentúan la dimensión intelectual de la persona, otros más bien la afectiva y la emotiva.

Son métodos, todos son importantes y todos son dignos de ser practicados en cuanto que pueden ayudar, ayudar a qué cosa, ayudar a la experiencia de la fe, a convertirse en un acto total de la persona, no reza solo la mente, reza todo el hombre, la totalidad de la persona, así como no reza solo en sentimiento, sino todo.

En la antigüedad se solía decir que el órgano de la oración era el corazón, y así explicaban que es todo el hombre, a partir de su centro, el corazón, que entra en relación con Dios y no solamente algunas facultades suyas. Así se explicaba en la antigüedad.

Por eso, siempre se debe recordar que, el método es un camino, no una meta. Cualquier método de oración, si quieres ser cristiano, forma parte de esa secuela Cristi, que es la esencia de nuestra fe.

Los métodos de meditación, son caminos a recorrer, para llegar al encuentro con Jesús, pero si, tú te detienes en el camino, solamente miras el camino, nunca encontrarás a Jesús. Jesús, en cambio, está allí, que te espera.

El camino es para llegar a Jesús, el catecismo precisa, la meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo.

La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar los misterios de Cristo. Esto es, por tanto, la gracia de la oración cristiana. Cristo, no está lejos, sino que está siempre en relación con nosotros, no hay aspecto de su persona divina o humana que no pueda convertirse para nosotros en lugar de salvación y de felicidad.

Cada momento de la vida terrena de Jesús, a través de la gracia de la oración, se puede convertir para nosotros, en contemporáneo, gracias al Espíritu Santo, la guía. Pero ustedes saben que no se puede rezar sin la guía del Espíritu Santo, es él que nos guía. Y gracias al Espíritu Santo, también nosotros estamos presentes en el Río Jordán, cuando Jesús se sumerge en él para recibir el bautismo.

También nosotros, somos comensales de las bodas de Caná, cuando Jesús dona el vino más bueno para la felicidad de los esposos, es decir, es el Espíritu Santo que nos conecta con estos misterios de la vida de Cristo, para que, en la contemplación de Jesús, hagamos la experiencia de la oración, para unirnos más a él.

También nosotros, asistimos asombrados a millones de sanaciones realizadas por el Maestro. Tomamos el evangelio, meditamos sobre esos misterios del evangelio y el Espíritu nos guía a estar presentes allí. Y en la oración, cuando rezamos, todos nosotros somos como el leproso purificado, el cielo Varitimeo que recupera el levita, Lázaro que sale del sepulcro.

También nosotros, somos sanados en la oración, tal como fue sanado el ciego Bartimeo, el leproso, también nosotros resucitamos, como resucitó Lázaro.

Porque la oración de meditación guiada por el Espíritu Santo, nos lleva a revivir, a volver a vivir estos misterios de la vida de Cristo y encontrarnos con Cristo, y decir como el ciego, ¡Señor, ten piedad de nosotros! ¡Ten piedad de mí!

¿Qué cosa quieres? Ver, entrar en ese diálogo.

La meditación, que sea guiada por el Espíritu, nos lleva a este diálogo con Jesús. No hay página en el evangelio, en la que no haya lugar para cada uno de nosotros.

Meditar, para nosotros cristianos, es una forma de encontrar a Jesús, y así, solo así, reencontrarnos con nosotros mismos, y esto no es volverse sobre uno mismo, no. Es decir, hacia Jesús, y a partir de Jesús, encontrar a nosotros mismos sanados, resucitados, fuertes por la gracia de Jesús, es encontrar a Jesús Salvador, de todos y también mi salvador, y esto gracias a la guía del Espíritu Santo