JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

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JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

(Jueves después de Pentecostés)

13 de junio 2019

 

“Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos -Jesús, el Hijo de Dios- mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Hebreos 4,14-16).

Celebrar a Jesucristo-Sacerdote, es reconocer el contenido de la obra sacerdotal de Cristo, su Misterio Pascual en favor de los hombres, realizado una vez para siempre.

Así, por ejemplo, la encíclica Mediator Dei del Papa Pío XII, dice: Jesucristo, en verdad, es sacerdote, pero sacerdote para nosotros, no para sí, al ofrecer al Eterno Padre los deseos y sentimientos religiosos en nombre de todo el género humano; igualmente, Él es víctima, pero para nosotros, al ofrecerse a sí mismo en vez del hombre sujeto a la culpa[1].

Entonces, el sacerdocio de Cristo nos trae todas las gracias que necesitamos para poder alcanzar la santificación, por otro lado, exige a todos los cristianos que reproduzcan en sí, en cuanto al hombre es posible, aquel sentimiento que tenía el divino Redentor cuando se ofrecía en sacrificio, es decir, que imiten su humildad y eleven a la suma Majestad de Dios la adoración, el honor, la alabanza y la acción de gracias. Exige, finalmente, que nos ofrezcamos a la muerte mística en la cruz juntamente con Jesucristo, de modo que podamos decir como San Pablo a los Gálatas 2,19: «Estoy clavado en la cruz juntamente con Cristo»[2].

La fiesta de hoy también celebra el sacerdocio de todos los ministros ordenados que sirven al pueblo de Dios. Lo destacan bien las oraciones de la misa y el prefacio que se propone. Es un día de oración por la santidad de todos los sacerdotes, para ayudarles, aun con sus debilidades y caídas, a ser cada día mejores instrumentos en su servicio de mediación entre Dios y la humanidad.

Origen de la fiesta

La Sagrada Congregación de Ritos, de acuerdo con el mandato del papa Pío XI en la encíclica Ad catolici sacerdotii, del día 24 de diciembre de 1935, presenta a la Iglesia un formulario de la misa votiva de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Dos años más tarde, la Santa Sede concede una serie de indulgencias a quienes participen en esta celebración orando y ofreciéndose a Dios en favor de los sacerdotes y los seminaristas, para que sean santificados y formados según el corazón de Cristo Sacerdote.

Sin embargo, recogiendo la rica tradición espiritual hispana, los primeros pasos para la institución de la fiesta se dan en España en el seno de una naciente congregación monástica: Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote. La Sede Apostólica, en rescripto del 25 de junio de 1952, concede a la congregación la posibilidad de celebrar la fiesta con la máxima categoría litúrgica.

Así pues, en la última sesión del Concilio Vaticano II, el 25 de octubre de 1965, monseñor García Lahiguera interviene en el aula para tratar sobre la responsabilidad de los obispos en relación con la formación sacerdotal y propone que, como monumento litúrgico del concilio, se instituya en la Iglesia universal la fiesta de, Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.

La fiesta celebra el sacerdocio de Jesucristo, único acceso al Padre, para la salvación del mundo. El Señor aparece como Sacerdote y Víctima. Este sacerdocio, por la obediente oblación de su cuerpo en la cruz, realizada una vez para siempre, es eterno. Su teología pone de manifiesto la doble modalidad en la participación del único sacerdocio de Cristo, ya que éste elige a sus ministros al interno de un pueblo todo él sacerdotal. Especial hincapié se pone en aquellos elegidos por el Señor para servir a la Iglesia en la dispensación de sus misterios, especialmente en la Eucaristía. Para ellos se implora la santidad como estilo de vida, en el espíritu de oblación de toda la Iglesia. Por el ministerio de los sacerdotes, hoy se sigue ofreciendo el mismo sacrificio que entonces se ofreció en el altar de la cruz.

Nota:

La Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote se celebra el jueves siguiente a Pentecostés. No es una fiesta del calendario universal de la Iglesia, sino una fiesta que la Santa Sede concede (así lo ha manifestado) a las Iglesias particulares que lo soliciten. Es una fiesta recibida igualmente en el Calendario de la Iglesia en México.

Himno de Laudes a Jesucristo, Sumo y Eterno sacerdote

(LITURGIA DE LAS HORAS, Tomo III, Apéndice)

 

Eres tú nuestro Pontífice,

oh Siervo glorificado,

ungido por el Espíritu,

de entre los hombres llamado.

 

Eres tú nuestro Pontífice,

Hijo de Dios encarnado;

tu corazón es la casa

de todos los desgraciados.

 

Eres tú nuestro Pontífice;

el culto de los cristianos

tu palabra que acontece

y el Cuerpo santificado.

 

Eres tú nuestro Pontífice,

el que tendiste la mano

a la mujer rechazada

y al ciego desamparado.

 

 

 

 

Eres tú nuestro Pontífice;

moría en cruz clavado

y abrías la senda nueva

detrás del velo rasgado.

 

Eres tú nuestro Pontífice,

hoy junto al Padre sentado;

hoy por la Iglesia intercedes,

nacida de tu costado.

 

Eres tú nuestro Pontífice;

¡Cristo, te glorificamos!

¡Que tu santo rostro encuentre

digno de ti nuestros cantos! Amén.

[1] Pío XII, Carta encíclica Mediator Dei, sobre la sagrada liturgia, 100.

[2] Mediator Dei, 101.