SANTÍSIMA TRINIDAD

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LA TEOLOGÍA DEL DIOS, UNO Y TRINO

EL MISTERIO DE LA TRINIDAD

Dificultades de la Teología Trinitaria

 

La primera se deriva de que el dogma del Dios uno y trino es, sin duda, impenetrable para la razón humana. Sólo, pues, por la auto-manifestación que Dios hizo en Cristo -encarnación del Hijo, y persona divina- tenemos, como dice Pablo VI, “un conocimiento recto y pleno de (Dios mismo) que se revela como Padre, Hijo y Espíritu Santo” (Credo del pueblo de Dios, de 30 de junio de 1968).

La segunda dificultad, consecuencia lógica de la primera, dimana de que a pesar de la ayuda cualitativa y perfectiva del lumen Fidei, no llegaremos a desvelar por completo e íntegramente el misterio trinitario, pues se precisa para ello del lumen Dei, del que solo se disfruta allí donde se ve a Dios cara a cara.

La tercera dificultad surge de que la exposición de la teofanía trinitaria hay que hacerla utilizando, no una terminología a lo divino, sino un lenguaje humano, de categoría inferior, ya que se trata de un lenguaje que por ser equívoco es incapaz de ofrecernos y trasmitirnos la noticia exacta del contenido de la Revelación.

En este sentido, poder explicar el misterio de la Santísima Trinidad es un tanto complicado, podemos decir que: el misterio más grande que existe, es el de la Trinidad Santísima, es decir, conocemos a Dios, porque Él mismo ha abierto su “corazón”, su “intimidad”; ha revelado que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un sólo Dios y tres Personas que desde toda la eternidad viven en íntima comunidad, en amor recíproco y la entrega más completa.

Por eso, cuando los cristianos llamamos Padre a Dios, expresamos el misterio más grande que existe, la Trinidad Santísima. El misterio de la vida trinitaria nos permite vislumbrar qué significa “Dios es amor”: Dios es don gratuito y total de sí. Las tres Personas son Dios como amor, que derrocha amor, son amor plenamente entregado y plenamente recibido: cada una de ellas es “para” las otras Personas, existe en relación eterna con ellas. Las Personas divinas viven en una profunda consonancia, en verdadera “amistad” entre sí, compenetrándose recíprocamente.

Por otro lado, el teólogo Bruno Forte, en su Conferencia en Roma, el 28 de enero de 2002 sobre el “aggiornamento” teológico, en la Congregación para el Clero, afirmó: La entera existencia cristiana puede ser considerada como el “Amén” con que concluimos el «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo», confesando la fe trinitaria; y el otro “Amén” con que concluimos la señal de la Cruz que hacemos «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo». Así hacemos memoria del Bautismo y proclamamos la orientación de toda la existencia y de la historia a la Trinidad.

Sigue diciendo nuestro teólogo: tres son las figuras del Amor eterno, que actúan a la hora de la Cruz y en la de la Pascua, tres divinas Personas – como lo indicará la teología, aunque sea balbuceando. Estas deben contemplarse en la propiedad específica de cada una, teniendo siempre presente que uno y único es el Dios amor, la Trinidad en la única esencia de la divinidad. Esto significa reconocer que Dios no es soledad: para amar se necesita, al menos, ser dos; en una relación tan rica y profunda que pueda ser abierta, en cuanto es otra respecto a los dos. Dios Amor es comunión de los tres, el Amante, el Amado y el Amor recibido y donado: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Creer en este eterno amor significa creer que Dios es uno en Tres Personas, en una comunión tan perfecta, que los Tres son uno en el Amor, y juntos según relaciones tan reales, subsistentes en la única esencia divina, que estos son verdaderamente Tres en el dar y recibir amor, en el encontrarse y en el abrirse al amor: “En verdad ves la Trinidad, si ves el amor” (Agustín, De Trinitate, 8, 8, 12). “He aquí tres: el Amante, el Amado y el Amor” (Agustín, De Trinitate 8, 10, 14).

Terminamos nuestra reflexión con un texto de san Agustín:

DE TRINITATE

“¿Estás pensando qué o cómo será Dios?

Todo lo que imagines no es.

Todo lo que captes con el pensamiento, no es.

Pero para que puedas gustar algo, sabe que Dios es amor,

ese mismo amor con que amamos…

Que nadie diga:

no sé qué es lo que estoy amando.

Basta que ame al hermano

y amará al mismo amor.

Porque, en realidad uno conoce mejor

el amor con que ama al hermano

que al hermano a quien ama.

Pues ya tiene ahí a Dios conocido

mejor que el mismo hermano.

Mucho mejor:

porque está más presente,

porque está más cerca,

porque está más seguro”.

Nota final

Una mirada hacia el misterio trinitario nos esclarece que el Dios de los cristianos no es un “soberano solitario”. En Dios hay lugar para el otro, para los demás. En su interior se nos descubre un nosotros eterno, una vida de amor y entrega infinitos entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. La divinidad la posee el Padre en la absoluta comunión con el Hijo y con el Espíritu Santo. En la Trinidad, “la totalidad de la Persona es apertura a la otra, paradigma supremo de la sinceridad y libertad espiritual a la que deben tender las relaciones interpersonales humanas.” Existe en Dios completa unidad y, a la vez, se pueden descubrir diferencias constantes que nada tienen que ver con diferencias jerárquicas o de grados de importancia.