HOMILÍA “EN DIOS LO TENEMOS TODO”

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Evangelio de Mt. 19, 23-30

18 de agosto del 2020

En Dios lo tenemos todo.

Hoy, hemos escuchado en la primera lectura uno de esos oráculos que Ezequiel lanza contra del Rey de Tiro. Esta ciudad de Tiro era una ciudad portuaria, una ciudad fenicia, una ciudad rica en comercio. Y pues, su gobernante era un hombre rico, y precisamente, su riqueza le había perdido, porque se sentía Dios.

Y esto es precisamente lo que nos advierte Jesús en el Evangelio. No es que la riqueza en sí sea mala, pues es un bien el tener riqueza, de hecho es una bendición. En el Antiguo Testamento se consideraba que habían sido bendecidos por Dios, que Dios les había dado muchas cosas. Y de hecho nuestras cosas Dios nos las dio para nuestro enriquecimiento.

Pero aquí lo que Jesús quiere subrayarnos a cada uno de nosotros, es que las riquezas son un medio, no un fin; y cuando los seres humanos las utilizamos como el fin de nuestra vida, cuando nosotros estamos persiguiendo ¡el tener, el tener, el tener!, pues vamos tergiversando, vamos corrompiendo; para comenzar, nuestras relaciones humanas.

Cuando una persona empieza a endiosar las riquezas, en automático todas sus relaciones humanas empiezan a decrecer; empiezan a corromperse y así podemos poner muchos ejemplos de hombres y mujeres que se han vuelto muy ricos, han roto con su familia, con su esposa, con su esposo, con sus hijos. Por qué, porque cuando perdemos la brújula, que es Dios, pues lo perdemos todo, aunque tengamos mucha riqueza.

Eso es lo que advierte al pueblo de Tiro el profeta Ezequiel. Y eso es lo que hoy Dios nos advierte en el Evangelio.

El tener riquezas, y no solo me refiero a bienes materiales, hay muchas riquezas que podemos tener, puede ser, la fama, la belleza; puede ser una cualidad que tengamos.

Cuando endiosamos eso y no lo vemos como un medio, no podemos, como la brújula, guiar nuestra vida a Dios. Nos perdemos.

Por eso, si vemos a alguien y que por una de estas riquezas está perdiendo el suelo, es importante que lo despertemos de ese sueño, porque esa riqueza en vez de convertirse en una bendición, se va a convertir en una maldición para su vida.

Esta generación hemos sido muy bendecidos por Dios, porque hemos recibido muchas riquezas. Ahora precisamente la recesión que nos viene nos va a generar muchas pobrezas y quizá sea el momento de poner los pies en el suelo, y dejar que Dios sea la brújula de nuestra vida y no las cosas materiales en la que basamos nuestra propia existencia.

Por eso, pidámosle al Señor en esta Eucaristía que él sea el centro de nuestra vida; y que él sea el verdadero sostén y guía de nuestra propia existencia.

Que así sea.