CORPUS CHRISTI DIOCESANO 2021

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Mons. Carlos Briseño Arch, OAR celebró la santa Misa de la Solemnidad del Corpus Christi en la Catedral de Veracruz a las 7:00 pm

HOMILÍA.

<<Haced esto en memoria mía>>. Esto es lo que nos dicho el Señor.

Queridos hermanos.

Nos hemos reunido a celebrar la Eucaristía, en el nombre de Jesús. Lo hacemos siempre por su encargo para hacer memoria de Jesús y recordar lo que hizo Jesús, y nos invitó hacer a todos nosotros, hasta el fin de los tiempos.

Jesús, la noche antes de padecer, quiso reunirse con sus discípulos para compartir con ellos la cena Pascual, como nos lo recordaba Marcos en el evangelio que acabamos de escuchar.

Todos los judíos lo hacían en las mismas fechas todos los años, para dar gracias, y esto significa la Eucaristía, Acción de Gracias.

Y Acción de Gracias, por qué lo hacían los israelitas, por haberse librado de la esclavitud de Egipto. Después fueron acumulando otros agradecimientos, como la liberación del desierto de Babilonia, repatriación consiguiente, volver a su tierra.

Pero aquella noche, aquel jueves santo por la noche, Jesús cambió lo símbolo por lo simbolizado, en adelante ya no será el cordero Pascual, sino el cordero de Dios; el pan y el vino, el cuerpo y la sangre del Señor; y nuestra Eucaristía no será una acción de gracia por esta o aquella liberación, sino más bien por la liberación total del hombre. Por todas las luchas de todos los hombres y por alcanzar la libertad y en definitiva la liberación radical, incluso, esa liberación de la muerte.

Porque hacemos memoria de la Pasión y Muerte del Señor, presagiada sacramentalmente en el pan y el vino, pero también de su resurrección con la que consumó al siguiente realismo sangrante de su cuerpo manchado a golpes y de su sangre derramada, hasta la última gota en el leño de la cruz.

Jesús, queridos hermanos, no se conformó con anunciar su sacrificio en aquella Eucaristía del Jueves Santo, sino que llevó todo hasta el extremo del mayor realismo, entregando su cuerpo y sangre, hasta la muerte de cruz, <<hagan esto en memoria mía>>.

Yo les pregunto y me pregunto, ¿hemos perdido la memoria de Jesús?

Desde aquel día, siempre que celebramos fielmente la misa en su memoria y para cumplir con el encargo de Jesús ¿hemos olvidado hacerlo en su memoria? Pero si, celebramos la misa en su memoria, pero parece que no siempre tenemos memoria de lo que Jesús nos encomendó.

Quizá, algunos me podrían decir, si, si hacemos memoria del Señor, pero también, hacemos memoria de lo que él nos encomendó.

¿Qué significa hacer esto en memoria mía?

Y así en nuestra fidelidad, repetir el gesto de Jesús del jueves santo, se contradice fuertemente con nuestro retraimiento en llevar a la práctica y a la realidad de la vida del que todo lo hizo y nos encomendó Jesús.

A veces queridos hermanos, nos quedamos con el rito del jueves santo, pero no llegamos al viernes santo, no acabamos de pasar del rito a la vida, del sacramento a lo simbolizado, de la comunión como gesto de comunicación de bienes a esa exigencia cristiana. Celebramos el amor de Dios, ese amor que nos amó hasta la muerte, pero no vivimos dentro de nosotros el amor de Dios, que es el modelo para nuestro amor al prójimo y también a nosotros mismos.

Y así, celebramos la memoria de Jesús, pero estamos perdiendo la memoria, olvidando su lección y su ejemplo. Por más que repitamos sus gestos en el rito de la eucaristía, si no vivimos esos gestos, si no prolongamos esta eucaristía en nuestra vida, queda sin cumplir plenamente aquel mandato <<hagan esto en memoria mía>>.

Asistimos puntualmente a la misa, pero ocurre que nos perdemos la mitad de la misa, reduciendo las buenas acciones a lo que debería de ser una acción buena, real y operativa. No después de extrañar que la memoria de Jesús esté quedando en saco roto y la misa se vaya convirtiendo en un gesto simplemente trivial e insignificante, incomprensible para los que la observan e incomprendido, también, por nosotros mismos, pues nos enredamos en el rito, en la obligación formal y en la rutina. Y de esta forma estamos a punto de olvidar la dimensión comprometedora de la Eucaristía, pues si comulgamos con Jesús al recibir su cuerpo y su sangre, y en el sacramento no comulgamos con Jesús, cuando tratamos de desentendernos de nuestro prójimo.

Al contrario, de las enseñanzas del Señor, nosotros, como el sacerdote y el Levita somos denunciados por Jesús en la Parábola, dejamos a los hermanos en medio del camino y Jesús nos dice – si tienes algo contra tu hermano, ve primero, deja la ofrenda, presentante con tu hermano y luego ven y trae la ofrenda al altar –.

Realmente nosotros vivimos este sacramento, lo prolongamos en nuestra propia existencia.

Terminada la misa, hermanos, comienza la misión. Hay cosas que no deberíamos olvidar nunca los cristianos, por eso, es de todo punto necesario recuperar la memoria << hagan esto en memoria mía>> sobre todo la eucaristía. Porque la eucaristía tiene unas implicaciones concretas en nuestra vida.

Cada una de las partes de la eucaristía nos revelan cada una de las actitudes que debemos de tener ante Dios, ante nuestros hermanos, incluso ante nosotros mismos y por qué no, también, ante la creación.

Hermanos, estamos llamados a recuperar la memoria de Jesús, para que nuestra misa deje de ser un rito vacío y se vuelva un sacramento de salvación.

Tenemos que recuperar la memoria para recordar todo lo que dijo e hizo Jesús, para no mutilar el evangelio ni desfigurar la imagen cristiana, ni convertir la misa en algo, pues simplemente externo como a veces reducimos la verdadera caridad, en dar una limosna.

Tenemos que recuperar la memoria de Jesús, para comprender que el jueves santo y el viernes santo, están inseparablemente unidos, como lo está la misa y nuestra propia misión como cristianos, que consiste en ese amor a Dios, en ese amor al prójimo.

Tampoco aquí deberíamos de separar lo que Dios ha unido y, por tanto, deberíamos de comprender que la misa no se termina en la misa. Parece algo sin sentido, ¿no? La misa no se termina en la misa, sino se prolonga en la misión, en que cada uno de nosotros cumplamos esa vocación a la que fuimos convocados.

La misa es una parte la expresión de nuestra fe, cierto. Este es el Sacramento de nuestra fe, decimos, de nuestra esperanza, de nuestra caridad, pero del otro lado, es siempre un imperativo, una exigencia para hacer operativa esta fe, esa esperanza y esa caridad.

Por eso, cuando finaliza el rito, comienza la realidad de la vida. Cuando termina la reunión eclesial debe de comenzar nuestro compromiso cristiano. Cuando termina la misa debe comenzar la misión.

Hermanos, yo les invito a que renovemos esa alianza con el Señor. Todo esto es lo que celebramos también en esta fiesta de Corpus, el nuevo pueblo de Dios que somos nosotros, la Iglesia de Jesús reunida para adorar hoy a nuestro Dios y ese Señor que se hace presente en la eucaristía, al tiempo que ofrecemos este sacrificio de Jesús y ese sacrificio nuestro.

Y así, nos renovamos con Jesús y sellamos la nueva y eterna alianza que nos compromete cada vez más a ser fieles ante Dios, a ser hermanos de nuestros hermanos, a ser fieles a nuestra propia naturaleza y a toda naturaleza que Dios ha dejado a cada uno de nosotros.

Yo les invito, queridos hermanos, en este día del Corpus Christi a que le pidamos al Señor para que nos ayude hacer de nuestra vida una permanente Eucaristía.

Que así sea.