HOMILÍA “NECESITAMOS ESPÍRITU DE POBREZA”

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Evangelio de Lc. 4, 16-30

31 de agosto del 2020

Queridos hermanos.

Hoy, escuchamos en la primera lectura, la  carta de san Pablo a los Corintios, algo que Pablo subraya mucho. Resulta que cuando Pablo había llegado a los griegos había tenido un fracaso tremendo – eso lo vemos en el libro de los Hechos – porque se juntaron muchos intelectuales griegos y lo que querían era entrar en discusión con Pablo, bueno pues ahí no tuvo mucho éxito.

Pero esta comunidad de Corinto no era precisamente formada por este tipo de gente: sabios, filósofos de la época, sino gente sencilla, humilde que había aceptado la Palabra de Dios.

Por eso, san pablo les dijo – no vine aquí con esa sabiduría humana a predicarles, sino con toda sencillez y humildad, para que sea la Palabra de Dios y no la sabiduría humana la que hable; sea el espíritu de Dios que hable en medio de ustedes.

Hoy, en el Evangelio, empezamos a leer el libro de Lucas, de aquí al final del año litúrgico, es decir, de aquí a noviembre vamos a leer a Lucas; ya estuvimos leyendo a Marcos y a Mateo, ahora seguiremos con Lucas. Y empieza en el capítulo 3, porque del 1 al 3 lo estuvimos leyendo en Adviento y Navidad, entonces ya empezamos por la vida pública, la inauguración de la vida pública de Jesús.

Cuando, después del desierto va a su pueblo, a la sinagoga y tiene ese encuentro con la Palabra de Dios, es como un discurso programático de Dios, de lo que va hacer Jesús. Programático porque va a predicar, pero no por su propia cuenta.

<<El espíritu de Dios está sobre mí, me ha ungido>>. Bueno, pues eso es precisamente, la Palabra de Dios. Eso anunció san Lucas en su evangelio, a diferencia de san Marcos y san Mateo que les hablan a los judíos. San Lucas no, san Lucas vive en Antioquia, es un médico y su interés es diferente, aunque tiene los temas que tienen los otros evangelistas, pero su interés es ir hacia los más pobres y mostrar la misericordia de Dios.

En definitiva, hoy, la Palabra de Dios nos invita a que nos hagamos pobres delante de Dios, a que verdaderamente tengamos esa actitud de saber, que de Él lo recibimos todo, de tener la certeza que solo desde Él podemos encontrar la paz. Y también, no tener la pretensión de querer decirle a Dios, de que se incluya en nuestros planes, sino más bien nosotros incluirnos en los planes de Dios. Necesitamos espíritu de pobreza, para saber depender de Dios y decir – Señor que se haga tu voluntad, que tu espíritu sea el que nos ilumine –.

Y también esto tiene que ver con la pobreza, de aprender a descubrir la voz de Dios en medio de la situación que vivimos cada uno. ¿Qué me está pidiendo Dios en este momento a través de las personas con las que vivo? ¿Qué me está pidiendo Dios a través de esta predicación? Quizá aquella persona yo la pueda juzgar que es indigna o que está alejada de Dios, pero quizá Dios me está hablando a través de esa persona.

Cada uno de nosotros tenemos que ir descubriendo en nuestra vida esa presencia de Dios, pero para eso tenemos que tener un espíritu de pobreza, como lo tenía la comunidad de Corinto, que se abrió a Dios, por eso Pablo pudo fundar ahí y Cristo se puedo hacer presente en esa comunidad.

Al principio los paisanos de Jesús se admiraban de su Palabra y lo aceptaban, pero después les vino la tentación al razonamiento humano ¿cómo es que el hijo del carpintero nos puede predicar? Y estaban a punto de despeñarlo, porque el espíritu de Dios está sobre Él.

Ojalá que aprendamos a descubrir ese espíritu de Dios que se manifiesta dentro de nosotros y también en nuestros hermanos.

Que así sea.