SEÑOR, CONFÍO EN TI, EN TUS MANOS ECHARÉ LAS REDES

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Evangelio de Lc. 5, 1-11

3 de septiembre del 2020

Amados hermanos de Nuestro Señor Jesucristo.

Hoy, la Palabra de Dios en el Evangelio, nos habla directamente al corazón. Nosotros somos ese Pedro, y Dios quiere subirse a la barca de nuestras vidas, y quiere enseñarnos la buena nueva, pero es importante que lo dejemos subirse a la barca de nuestras vidas, que nos dejemos evangelizar por él, que dejemos que su espíritu actúe verdaderamente en nosotros.

Nosotros desde el bautismo hemos recibido ese espíritu. No un espíritu del mundo, como hacía esa comparación Pablo, sino ese espíritu de Dios; no ese espíritu que da la muerte, sino el espíritu que da la vida; no ese espíritu que es fugaz como un meteorito que aparece y desaparece, sino un espíritu que permanece y se queda para siempre en nosotros.

Por eso, nosotros tenemos que decirle al Señor – Señor sube a nuestra barca – hoy tenemos que decirle eso – hazte presente en mi vida, ilumina mi vida –.

Ustedes saben que Pedro y los demás discípulos habían ido a pescar – en la noche es cuando más fácil se puede pescar – entonces habían estado toda la noche pescando y regresaron sin haber pescado algo.

Por eso, cuando Jesús le dice a Pedro – Pedro vamos a pescar – seguramente Pedro pensó, bueno este hombre no sabe ni lo que es pescar, para comenzar, normalmente se pesca de noche; por otra parte nos hemos pasado toda la noche intentando pescar y no hemos conseguido nada. Pero Pedro se fía del Señor y dice – Señor en tus manos echaré las redes – se fía de Él. Y claro se fio de Él y así le fue, gracias a que puso su sabiduría, no en la sabiduría humana, sino en la sabiduría de Dios, consiguió esa gran pesca.

A veces nosotros estamos razonando, como yo, hoy por la mañana estaba razonando por cosas muy humanas – que dos y dos son cuatro y no puede ser más – pero sentí el llamado de Dios que me decía, déjame subirme a tu vida, que mi espíritu te ilumine.

Señor, confío en ti, en tus manos echaré las redes. No confío en mis propios razonamientos.

Pedro tuvo que abandonar a su propio yo, a su propio espíritu, a su propio razonamiento, para entrar en la dinámica del espíritu de Cristo.

Hermanos. Pidámosle al Señor en esta Eucaristía que sepamos vivir en ese espíritu de Dios.

Y también, hoy estamos celebrando la fiesta de este gran Papa, que de alguna manera nos dio un testimonio que seguramente se dejó guiar por el espíritu de Dios, “San Gregorio Magno”, por eso se llamó Magno, porque fue un gran Papa, porque supo dirigir en momentos concretos y difíciles a la Iglesia, y llevarla a buen  término.

Los invito a que ustedes pidan por nosotros los pastores, porque muchas veces tenemos la tentación de Pedro. Señor, hemos estado toda la noche pescando, ya no se puede hacer más o qué podemos hacer, sino que sepamos decir – Señor, en tus manos echaremos las redes. Trataré de buscar lo que tú me pides para hacer lo que corresponda –.

Bueno, pues esta es una lección que nos da el Señor. Pidámosle al Señor, que nos ayude a ser como Pedro, a dejarnos guiar por Él.

Que así sea.