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Evangelio de Lc. 6, 27-38

10 de septiembre del 2020

Queridos hermanos.

Hoy, estoy celebrando, junto con mi comunidad religiosa los 400 años de san Nicolás de la provincia a la que pertenezco, san Nicolás de Tolentino. Ofrezco esta Eucaristía en acción de gracias por esos 400 años.

Y también una petición, les pido que se unan a mí en esta petición, para que pueda la provincia seguir siendo testimonio como ha sido durante estos 400 años.

Hoy, el evangelio nos trae un pasaje que es de todos conocidos, y que a veces se nos hace humanamente difícil de llevar a cabo, que es el amor a los enemigos.

Como dice la Palabra de Dios, es muy fácil amar a quienes nos aman, es muy fácil hacer el bien a quienes nos hacen el bien, pero que difícil es de que nosotros tratemos de amar a aquellas personas que nos hacen la vida imposible o que son una piedra en el camino, una piedra en el zapato y que nos impide amarlos a pesar de todo. No me refiero a gente extraña, a veces puede ser un hijo, puede ser un padre, puede ser un hermano, puede ser un compañero de trabajo o puede ser un pariente, puede ser una persona muy cercana a nosotros;  a veces tenemos la tentación de reservar sentimientos negativos en contra de esa persona y eso no nos hace nada bien.

Justamente los que nos llamamos seguidores de Cristo, los que seguimos las huellas de Cristo, pues tenemos que actuar como Él actúo, con amor y misericordia, eso no quiere decir que no tengamos que actuar en la verdad, y decir la verdad cuando tenemos que decirla.

Actuar con misericordia, es corregir al hijo cuando está mal o un compañero de trabajo; cuando no lo amo y dejo que siga haciendo lo que está mal y digo que lo amo para no tener problemas con él, ese no es amor ni misericordia.

A veces el corregir a una persona que está en el camino equivocado, que se va a caer al hoyo, quizá nos traiga una reacción negativa de aquella persona, pero esa es una forma auténtica de amar.

Hoy muchos padres de familia creen que amar a sus hijos es darles todo lo que quieran y cumplirles todos sus caprichos, y eso no es amar, ¡NO ES AMAR! Amar es a veces recibir el rechazo de aquella persona que estamos amando, pero lo hacemos porque verdaderamente lo queremos.

Cuando se ama con autenticidad, cuando se ama con el amor de Dios, superamos todos los obstáculos.

Recordemos que nosotros hemos sido creados para amar y que nuestra naturaleza está hecha para amar. Procuremos ejercitarnos en el amor que Dios vino a traer y a vivirlo en plenitud con nuestros hermanos.

Que así sea.