HOMILÍA EN LA MISA DE EXEQUIAS DEL PBRO. VÍCTOR RODRÍGUEZ RAYGOZA.

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Cuando nacimos recibimos de Dios, a través de nuestros padres, la vida humana. Así pasó con nuestro hermano Víctor. Pero no solamente recibimos la vida humana, sino también, cuando nos bautizaron, recibimos otra vida, la vida eterna.

Sabemos que la vida humana dura unos cuantos años, la vida de Dios dura para siempre. Y por eso, el Señor, ha querido que veamos esta realidad, no viéndola con estos ojos que se han de comer los gusanos, sino ver esta realidad con los ojos de la fe, con estos ojos que adquirimos al recibir esa vida sobre natural por el bautismo.

La muerte de nuestro hermano, como decía ayer en la celebración el Padre Zeferino, no es un momento de tristeza o de angustia, sino más bien, para los que tenemos fe, para los que vemos con ojos de fe este acontecimiento, este suceso, vemos que nuestro hermano Víctor ha pasado de este mundo al Padre.

Jesús dijo – cuando me vaya, les prepararé un camino y volveré por ustedes, me los llevaré conmigo, para que, donde yo esté, estén también ustedes –.

El Señor, ya ha llamado a Víctor a gozar de ese reino de los cielos.

Hoy, si, es un día de tristeza, humanamente hablando, porque dejamos de tener cerca a ese gran hombre, al Padre Víctor, a ese gran cristiano, a ese gran Sacerdote. Pero también tenemos esos ojos de la fe que nos dicen, que él está gozando de Dios en el banquete del Cielo.

Nosotros no tenemos que entristecernos como aquellos que no tienen fe o no tienen esperanza, veamos este momento como gracia de Dios, celebremos junto con él, las bodas del Cordero.

Por eso, estamos celebrando. En primer lugar, para pedirle a Dios para que le abra las puertas del reino de los cielos. En segundo lugar, para pedirle a él, que, si está gozando de Dios en el cielo, interceda por cada uno de nosotros.

Recordémoslo de una forma positiva. A veces que enterramos a las personas, pues enterramos nuestros sentimientos hacia ellas. Yo les invito a que no hagamos esto con nuestro Padre Víctor. Fue un hombre que supo dejar una huella de fe, supo dejar lo más importante que pudo dejar un hombre en esta vida, su amor en cada uno de nuestros corazones. Fue un hombre que se dedicó siempre a dar amor.

Ahora que me escribían algunos sacerdotes de la diócesis, para hablarme del Padre Víctor, pues me hablaban de eso precisamente. Me decían – yo desde seminarista, lo que recibí de él, fue apoyo, cariño, amabilidad – me decía otro – daba gusto estar con él – era una persona que siempre estaba pendiente de los demás.

Él, también me hablaba, pues de muchos amores, por su puesto, él se sentía muy integrado en la diócesis de Veracruz, amaba a todo el presbiterio. Pero también me hablaba de sus familiares de Guadalajara, que cuando venía hacía alguna celebración con ustedes y del cariño tan grande que les tenía a todos ustedes.  También, me habló de la familia que lo acogió, de la Sra. Sandra y toda su familia.

Yo creo que, a todos nosotros, tanto a los sacerdotes como a las dos familias de sangre, nos dejó una gran tarea, el ser positivos, dar amor, subrayo esto en él.

Otro testamento que dejó y muy grande, fue la obediencia. Desde que llegué a la diócesis, me decía, yo siempre me pongo en sus manos, lo que usted diga. Siempre trató de buscar la voluntad de Dios. Me decía, si usted me dice que haga esto, o que haga lo otro, eso mismo haré yo, le obedeceré en lo que me diga, siempre estuvo en esa actitud. Cada vez que le hacían algo, por su enfermedad, me mantenía informado y al final siempre me pedía la bendición

Hombre de Dios, un hombre que vivía cara a Dios, que se dejaba iluminar por Dios. Un hombre, al que todos nosotros, desde nuestra propia vocación, tenemos que aprender a imitar.

Él, nos descubre algo muy importante, que lo más grande en nuestra vida, no es lo material que tenemos, o la belleza, o la fama, lo que podemos dejar en este mundo es, el amor hacia los demás.

Recuerdo que un día fui a Cosamaloapan, a la cárcel, y los presos, todos me hablaban del Padre Víctor, me decían – el padre Víctor nos viene a visitar, es una persona extraordinaria – bueno, el director del reclusorio se expresaba bien de él, lo quería mucho. A mí me llamaba la atención porque no es una labor que sea muy solicitada o muy atendida. A veces los sacerdotes tienen tanto trabajo que, no tienen el tiempo para eso, bueno pues, el padre Víctor lo hacía.

Verdaderamente les digo, un hombre grande, un hombre de fe. Perdimos un gran hombre, pero lo ganamos para el cielo, porque seguramente él va interceder por todos nosotros, para que seamos mejores y para que hagamos siempre las cosas bien.

Yo les pido que lo encomienden a Dios, que se encomienden a él en sus oraciones, y que le pidamos a Dios, para que le dé a él, el descanso eterno y a nosotros vivir como él vivió, siempre cara a Dios, cara a su fe y darle ese sentido profundo a nuestra propia vida, como a él se la dio.